Una vez más Soria nos robó el corazón. Alejados del mundanal ruido, nos ha brindado la oportunidad de contemplar la belleza de la Medinaceli por la que probablemente cabalgara el Cid; de pasear por la ribera del Duero, cuajado de los álamos que inspiraron a Machado; de extasiarnos con los arcos del Monasterio de San Juan desde donde se divisa el Monte de las Ánimas, el de la leyenda de Bécquer; de sentarnos en los pupitres del aula donde dio clases de francés don Antonio; de estremecernos escuchando las notas del piano que tocó en el casino allá por el 1920 Gerardo Diego, hoy nuestros compañeros; de adentrarnos en la magia de la Laguna Negra, tan fantástica como la recreara Machado en la leyenda de Alvargonzález; de imaginarnos la mítica lucha entre romanos y celtíberos en Numancia; de sentir la nostalgia al deambular por Valdegeña, el pueblo hoy despoblado donde discurriera la infancia de Avelino Hernández; de vivir tantas y tantas experiencias.

Lo mejor de Soria no es su abrumadora naturaleza, ni la hospitalidad de su gente, que siempre nos recibe con los brazos abiertos, ni revivir en primera persona acontecimientos históricos o recuerdos literarios. Lo mejor de Soria es que nos regala momentos entrañables para convivir los unos con los otros y compartir cuatro días llenos de sensaciones y emociones. Por eso nos gusta Soria, por eso siempre queremos volver.

Julia García,

Profesora de Lengua Castellana.

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